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Las ciudades consumen más de dos tercios de la energía del mundo y son causantes de 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero.  Sin embargo, las nuevas tecnologías de generación eléctrica como la energía solar distribuida presentan una oportunidad única para que las ciudades puedan ser más sostenibles, resilientes, y al mismo tiempo, apoyar a una verdadera recuperación verde de la economía.  Esta situación es mucho más crítica en América Latina, ya que es la región más urbanizada del mundo y una de las más vulnerables a los impactos del cambio climático.

La energía solar distribuida ha presentado un crecimiento significativo en los últimos años, especialmente motivado por la baja en los costos de la tecnología, una mayor conciencia por parte de la población sobre temas de medioambiente, mayor sensibilización frente al cambio climático, políticas de promoción de energías limpias, y por la efectiva regulación que ha habilitado este tipo de tecnologías.

Varios de los gobiernos de América Latina y el Caribe han introducido algún tipo de regulación para que las comunidades y ciudadanos puedan, además de generar su propia electricidad, reducir emisiones de carbono y combatir el cambio climático.

En países como Brasil, más del 60% de la capacidad instalada de energía solar fotovoltaica corresponde a generación distribuida, con más de medio millón de pequeñas centrales generadoras conectadas a la red de distribución eléctrica. A finales del año 2006, Panamá era el único país de la región que había implementado regulación favorable para la generación descentralizada de energía, mientras que para el 2018, eran ya 17 países los que habían adoptado algún tipo de incentivos regulatorios para la generación distribuida.

El principio físico es el enfriamiento radiativo; un cuerpo caliente emite luz infrarroja, perdiendo calor. Y aunque el concepto parece sencillo, no lo es tanto diseñar un sistema que produzca electricidad con un rendimiento energético competitivo. Esto es lo que recientemente ha logrado un equipo de ingenieros de la Universidad de Stanford: utilizando tecnologías actuales que combinan el enfriamiento radiativo con una pequeña ayuda de la generación termoeléctrica, los paneles construidos por los investigadores pueden producir 2,2 watios por metro cuadrado, lo que multiplica otros resultados previos por 120 sin utilizar una fuente de energía externa.

Según los autores, esta solución podría aprovecharse en regiones aisladas de países en desarrollo, e incluso permitiría convertir en electricidad el calor residual generado por los automóviles. En conjunto, los esfuerzos en esta línea auguran que en un futuro no lejano las granjas solares podrían funcionar tanto de día como de noche.

Fuente: BID

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